viernes, 22 de mayo de 2009

Cuando llegue Julio

Cuando llegue Julio ustedes van a ver.

Cuando mi abuela escuchaba la palabra Julio no la relacionaba ni en lo más mínimo con el mes en que ella nació. Ni pensaba en el nacimiento de Bolívar, ni en la firma del acta de independencia de su país, ni en que un Julio que ella no esperaba, llegaría.

Aún así, Julio, el que ella sí esperaba, no sólo llegaba, sino que también se iba.

Mi abuela hoy tiene sesenta y cinco años, y tal vez mañana tenga setenta. La subjetividad que el tiempo en esta historia derrocha permite que no mencione fechas, años, y mucho menos, meses. Era una trujillana relativamente analfabeta que vino a Caracas a buscar una mejor vida (cuando llegue julio todo va a cambiar, mamá, en julio nos vamos pa’ ya’ para Caracas) y, si bien no sé si la encontró, puedo asegurarles que encontró una casa en Carapita y encontró también a El Ejecutivo.

Posiblemente ustedes se pregunten ¿Qué ejecutivo? ¿Raúl Leoni, el presidente de aquella época? Pues no, se trata simplemente de uno de los mejores restaurantes de Caracas que había para aquel entonces. El Ejecutivo, restaurant que, antes de ser cerrado, quedaba en plena Avenida Intercomunal de Antimano. Allí trabajaba mi abuela, y cantaba mi abuelo.

Mi abuelo era un caballero que cantaba canciones de amor, y esto le era suficiente para conseguir que todas las mujeres se rindieran a sus pies. Mi abuela no fue la excepción. Unos cuantos pedidos, y unas cuantas canciones bastaron para enamorar a mi abuela.

- Julio me ama, nos vamos a casar y viajaremos por todo el mundo –decía mi abuela.
- ¿Tú estás loca, mujer? ¿Tú crees que un cantante famoso como él va a estar enamorado de una campurusa como tú que no sabes ni escribir?
- Pues sí es verdad… no puedes firmar ni el acta de matrimonio Jajaja
- ¡Sigan! ¡Sigan así sin fundamento! ¡Cuando llegue Julio ustedes van a ver! –repetía mi abuela, una y otra vez.
Julio Jaramillo, el cantante famoso (que en paz descanse bajo el manto del señor, diría mi abuela), comía y cantaba en el restaurant El Ejecutivo, lugar en donde enamoró a una mesonera del lugar, mi abuela. Mujer que no pudo resistir ver un cantante famoso, escuchar sus canciones de amor, y estar con un hombre nueve años mayor que ella.

Cuando llegue Julio ustedes van a ver.

Julio no llegó. Mi mamá le dio el pedido a Julio Jaramillo y no le cobró la cuenta. Al obtener lo único que de mi abuela podía obtener, y sin ánimos de diseminar su apellido por América, Julio compró el restaurant y lo hizo desaparecer, así como él lo hizo.

El Julio que mi abuela esperaba nunca llegó, sin embargo, nueve meses después, algo nuevo llegó a su vida.

- ¿Cómo se va a llamar? –le preguntó una mujer con un niño en brazos
- Julio –dijo mi abuela delirando- …Cuando llegue Julio.
Y aquella mujer no supo que mi abuela sólo esperaba que Julio Jaramillo le pusiera el nombre a su hijo. Mi abuelo no lo hizo, tal vez por eso mi papá se llama Julio Bravo.

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