Mientras un pequeño ha de tirar del guaral del papagayo, el sol desciende asemejando el declive del cometa, una víbora de acero corre a toda velocidad bajo el suelo de una sinfonía de cornetas causadas por el suburbio del caótico apocalipsis citadino. El manto de la noche a cubierto el cielo de Caracas y sólo se aprecian las estrellas que hacen de lentejuelas para adornar la noche intoxicada de penumbras.
Deambular por las frías y oscuras calles de aquel lugar nos dejan anécdotas; anécdotas que reflejan una realidad imposible de ocultar. Frente a los ojos de la Iglesia un escándalo total, no así para el manantial de lujuria que abunda en el lugar, no hay teoría que explique lo visto en casa paso que hay en los tacones de la duquesa que desfila por la acera, la teología no encuentra demostración alguna del por qué y decide ocultarse bajo una pared de insultos y críticas hacia el tema.
Mientras tanto, Sasha prefiere esconderse bajo la voz elegante y sensual de la que alguna vez en su vida fue grave e imponente, bajo el corsé se encuentra aquella delicada cintura y aquellos senos pincelados por Van Gogh, que alguna vez fueron los mismos de aquel adolescente fornido y robusto; sin embargo, bajo aquel delirio de belleza con corazón de dama se encuentra la maldición de llevar consigo un vientre en el cuál el único destino a la fertilidad será ninguno.
Después de situarse en el punto de encuentro, La Plaza las Delicias, para luego partir a ser llamada por el toque de las bocinas; Sasha parte a una noche más, el primer Casanova hace presencia y no es necesario citar a Neruda para seducir, en plena avenida comienza la subasta de un cuerpo capaz de saciar la sed de cualquier pervertido a sus pies. Un hotel barato se hace esperar, la piel de los cuerpos que hace de sabanas se manifiesta, el alquilado canto de un orgasmo se hace notar; entonces, ella regresa al sitio donde la única condición para permanecer es un pensamiento netamente libre y liberal, decide vaciar sus bolsillos donde no hay frío, pero hay más nieve que en cualquier polo siempre y cuando se trate de un asunto llamado aspirar, más tarde luego de exponerse a la burla de algún puritano que ronda el sitio, la historia se repite, en otro hotel, sobre el asiento de un coche o en las sonoras santamarías de algún local, durante toda la madrugada ocurrirá, hasta que el pequeño decida echar a volar el papagayo junto con la salida del sol y amanezca.
Un lugar que en su firma estampa la palabra libertad, en una atmósfera liderada por el pecado cotidiano, la cuna de polémica, el emblema del sexo y las líneas de cocaína, hacen llamar a este lugar La Avenida Libertador de Caracas, donde al igual que Sasha decenas de prostitutas y travestis dan esencia al lugar noche tras noche.
Guillermo Geraldo Rodríguez
Guillermo Geraldo Rodríguez
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