Una vez más me hallo aquí sentado, perdiendo un tiempo valioso que siempre quiero perder. Un pequeño acto que se vuelve cada vez más una adicción. Simplemente me siento, observo e imagino. Cada vez que puedo voy, me siento y sacio mi adicción.
Para contar bien mi historia tengo que contar la de ellos, ya que desgraciadamente las adicciones son cosas verdaderamente serias, y en algunos momentos es más importante calmar la ansiedad que vivir, más fácil, esta adicción se convirtió en mi vida; Pero yo no diría que estoy perdiendo mi vida con este problema, para mí es como ganar más vidas, más historias, más posibles futuros amigos, más futuras posibles novias, etc.
Bueno, me llamo Pablo y me encanta dar largos paseos en la playa justo en el atardecer, mentira, la verdad, sí me llamo Pablo pero me encanta sentarme, observar e imaginar. Seguro pensaran que es estúpido y que no tiene sentido, pero es cierto y sí se puede volver una adicción. Mi día normal consiste en levantarme bien temprano e irme a comprar un ticket de metro, llego y me monto en el vagón donde haya menos gente, busco asiento y espero. Seguro se preguntarán, a donde se irá a sentar, observar e imaginar? Pues a ningún lado, sólo me quedo sentado allí, en un vagón cualquiera hacia cualquier dirección.
Mientras estoy ahí sentado, observo a la gente de mi alrededor; Me fijo en la persona más interesante del grupo y me imagino su vida, sus historias, su trabajo. Preferiblemente elijo a personas mayores, siento que tienen más experiencia e historias maravillosas, justo hoy entró una señora llamada Ana, tenía 87 años de edad, la piel blanca como una camisa nueva Ovejita y los ojos color esmeralda. Ana vino de Varsovia hasta acá en barco hace 72 años, su esposo era judío y por eso decidieron huir. Ana es una de esas abuelas que cocina los mejores postres y siempre tiene caramelos en su cartera, su cara mostraba un agotamiento general, pero tenía esa voluntad de que no se iba a dejar vencer por los años que llevaba. En fin, como vieron la historia de Ana es mucho más interesante que la mía, es por eso que prefiero imaginarme la historia de los demás.
Justo el otro día decidí dejar esta necesidad, empecé a caminar y aún así, no podía parar de imaginarme las historias de la gente que pasaba al lado mío, después de un tiempo decidí dejar de engañarme y volver al metro, de todas formas no podía parar de observar e imaginar, y vamos, es mucho más cómodo hacerlo sentado. Después de otro tiempo volví a decidir otra cosa, y ésta era aún más radical. Iba a escribir todas las historias de las personas interesantes que pasaban junto a mí. Empezando claro, con mi escasa interesante historia. Mi nombre es Pablo, y me hallo una vez más sentado, imaginando, pero esta vez no observo, sólo escribo, me describo y por supuesto, los describo.
Andrea Gómez
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